Pocas mejores maneras de empezar la andadura en un gran festival como el de San Sebastián que con una comedia elegante, de sencilla complejidad sentimental, caustico humor y, –esto es muy importante cuando ves una media de tres películas por día durante una semana– una escueta y muy acertada duración: 75 minutos a los que no le añadiría ni quitaría nada.
Y es que “Un hombre fiel”, dirigida por el también actor protagonista, Louis Garrel, se caracteriza por su concreción, tanto en el tiempo como en la manera de narrar; no hay datos innecesarios ni circunloquios inútiles. Y no hay, gracias a Dios, edulcoradas secuencias de videoclip con los protagonistas paseando y besándose mientras suena la última balada pop de moda.
El argumento es, como decíamos, retorcido pero a la vez sencillo, conjugando dos triángulos amorosos. Comienza con Marianne, bien interpretada por una serena Laetitia Casta, confesando a su novio, Abel, que le abandona porque está embarazada de su mejor amigo, Paul, personaje clave y omnipresente en toda la historia y que sin embargo no aparece ni en un solo fotograma. Cuando este fallece, Abel aprovecha su oportunidad y reinicia su relación con Marianne, pero entonces aparece la guapísima Eca, hermana menor de Paul, secretamente enamorada desde niña de Abel y le confiesa su sentimientos, con lo cual el enredo está servido. En fin todo un lío mucho mejor contado en la película que en estas torpes palabras y que se ve aderezado con el que quizá sea el personaje más interesante y divertido de todos, el hijo de Marianne, un niño de ojo analítico y tendencia manipuladora, convencido de que su madre fue la causante de la muerte por envenenamiento de su padre y que actuara como perverso demiurgo manipulando a los adultos a su conveniencia y antojo. Sin duda un gran descubrimiento el jovencísimo actor que lo interpreta, Joseph Engel, que sin duda dará que hablar en los próximos años.
El guión, que consiguió un merecido premio en San Sebastián, ha sido escrito por el propio director en colaboración con Jean-Claude Carrière, sin duda uno de las figuras más importantes del cine de los últimos cincuenta años, fiel colaborador de Luis Buñuel y autor de más de una treintena de libretos entre las que destacan "Belle de Jour", "El discreto encanto de la burguesia", "Cyrano de Bergerac" o "La cinta blanca" de Michael Haneke. Sin duda se nota su mano maestra en la creación de este guión que recurre a la voz en off de los diferentes protagonista para dar una visión uniforme y la vez heterogénea de una historia que transcurre con pasmosa fluidez y sin ningún sobresalto.
Sin embargo, hay que reconocer que se hace un poco inverosímil, sobre todo para nuestra personalidad latina, la actitud de ciertos personajes, sorprendiéndonos por un lado la excesiva temeridad de Marianne, capaz de ceder a su novio a una competidora, y por otro la insoportable candidez de Abel, que parece soportar sin alterarse cualquier humillación con tal de conseguir el amor y reconocimiento de Marianne, y aceptar sus sugerencias por disparatadas que sean.
Quizá sea este el tipo de hombre al que nos empuja la sociedad de hoy en día: sumiso, condescendiente, pusilánime hasta el extremo; no sea que le acusen de machista, violador o defensor del terrible heteropatriarcado en el que al parecer vivimos.
No sé hasta que punto han querido ironizar sobre este tema sus guionistas, pero en cualquier caso “Un hombre fiel” es un excelente divertimento y una buena excusa para debatir entre amigos que tipo de relaciones y de sociedad queremos construir entre todos en este mundo incierto y en constante mutación en el que, para mal o para bien, todos convivimos.
Antonio Amaro www.elmisantropofeliz.es
Y es que “Un hombre fiel”, dirigida por el también actor protagonista, Louis Garrel, se caracteriza por su concreción, tanto en el tiempo como en la manera de narrar; no hay datos innecesarios ni circunloquios inútiles. Y no hay, gracias a Dios, edulcoradas secuencias de videoclip con los protagonistas paseando y besándose mientras suena la última balada pop de moda.
El argumento es, como decíamos, retorcido pero a la vez sencillo, conjugando dos triángulos amorosos. Comienza con Marianne, bien interpretada por una serena Laetitia Casta, confesando a su novio, Abel, que le abandona porque está embarazada de su mejor amigo, Paul, personaje clave y omnipresente en toda la historia y que sin embargo no aparece ni en un solo fotograma. Cuando este fallece, Abel aprovecha su oportunidad y reinicia su relación con Marianne, pero entonces aparece la guapísima Eca, hermana menor de Paul, secretamente enamorada desde niña de Abel y le confiesa su sentimientos, con lo cual el enredo está servido. En fin todo un lío mucho mejor contado en la película que en estas torpes palabras y que se ve aderezado con el que quizá sea el personaje más interesante y divertido de todos, el hijo de Marianne, un niño de ojo analítico y tendencia manipuladora, convencido de que su madre fue la causante de la muerte por envenenamiento de su padre y que actuara como perverso demiurgo manipulando a los adultos a su conveniencia y antojo. Sin duda un gran descubrimiento el jovencísimo actor que lo interpreta, Joseph Engel, que sin duda dará que hablar en los próximos años.
El guión, que consiguió un merecido premio en San Sebastián, ha sido escrito por el propio director en colaboración con Jean-Claude Carrière, sin duda uno de las figuras más importantes del cine de los últimos cincuenta años, fiel colaborador de Luis Buñuel y autor de más de una treintena de libretos entre las que destacan "Belle de Jour", "El discreto encanto de la burguesia", "Cyrano de Bergerac" o "La cinta blanca" de Michael Haneke. Sin duda se nota su mano maestra en la creación de este guión que recurre a la voz en off de los diferentes protagonista para dar una visión uniforme y la vez heterogénea de una historia que transcurre con pasmosa fluidez y sin ningún sobresalto.
Sin embargo, hay que reconocer que se hace un poco inverosímil, sobre todo para nuestra personalidad latina, la actitud de ciertos personajes, sorprendiéndonos por un lado la excesiva temeridad de Marianne, capaz de ceder a su novio a una competidora, y por otro la insoportable candidez de Abel, que parece soportar sin alterarse cualquier humillación con tal de conseguir el amor y reconocimiento de Marianne, y aceptar sus sugerencias por disparatadas que sean.
Quizá sea este el tipo de hombre al que nos empuja la sociedad de hoy en día: sumiso, condescendiente, pusilánime hasta el extremo; no sea que le acusen de machista, violador o defensor del terrible heteropatriarcado en el que al parecer vivimos.
No sé hasta que punto han querido ironizar sobre este tema sus guionistas, pero en cualquier caso “Un hombre fiel” es un excelente divertimento y una buena excusa para debatir entre amigos que tipo de relaciones y de sociedad queremos construir entre todos en este mundo incierto y en constante mutación en el que, para mal o para bien, todos convivimos.
Antonio Amaro www.elmisantropofeliz.es