Puesto que se acerca el estreno de la esperadísima “Los últimos
Jedi”, qué mejor ocasión para revisar toda la saga desde una perspectiva más
desenfadada y un poco diferente a la habitual. Libérense de prejuicios, empápense
de nostalgia y desempolven sus sables láser, nos adentramos en la Space Opera
que, para mal o para bien, cambió para siempre el modo de hacer cine en esa
casa de sueños y pesadillas (sobre todo para algunas actrices) que es
Hollywood. Espero que la disfruten.
La trilogía original.
Capítulo IV. Una
nueva esperanza. La Guerra de las Galaxias.
Dejadme que os explique, a vosotros que sois jóvenes, lo que
supuso para los que en la década de los 70 éramos niños la película “La Guerra
de las Galaxias” (antes de que le cambiaran estúpidamente el nombre). Imaginaos
lamentables películas de Ciencia Ficción de argumento plano y repetitivo, con
lamentables efectos especiales de cartón piedra y robots con forma de caja y
hechos de hojalata.
Imaginaos ahora que vais al cine con toda vuestra ingenuidad infantil y nada más empezar aparece una tremenda nave espacial de un realismo inusitado, un malvado con armadura negra, máscara espectral y voz metálica que ya te acojona con solo pedirte la hora, un par de héroes con los que cualquiera se puede identificar, una guapa princesa con ridículo pero a la vez fascinante peinado, todo tipo de maravillosos extraterrestres y cacharros futuristas, una música inolvidable y, además, por si esto fuera poco: las espadas láser (arma absurda donde las haya en un futuro tecnológico, pero quien no daría un brazo por tener una). Lo sumas todo y tendrás lo que ese niño consideraba, y este adulto sigue considerando, la mejor película de aventuras de ciencia ficción que se haya hecho nunca.
Imaginaos ahora que vais al cine con toda vuestra ingenuidad infantil y nada más empezar aparece una tremenda nave espacial de un realismo inusitado, un malvado con armadura negra, máscara espectral y voz metálica que ya te acojona con solo pedirte la hora, un par de héroes con los que cualquiera se puede identificar, una guapa princesa con ridículo pero a la vez fascinante peinado, todo tipo de maravillosos extraterrestres y cacharros futuristas, una música inolvidable y, además, por si esto fuera poco: las espadas láser (arma absurda donde las haya en un futuro tecnológico, pero quien no daría un brazo por tener una). Lo sumas todo y tendrás lo que ese niño consideraba, y este adulto sigue considerando, la mejor película de aventuras de ciencia ficción que se haya hecho nunca.
Mítica, única, irreemplazable e inimitable (por mucho que se
empeñe J.J. Abrams).
Y puestos a elegir me quedo con la original, sin escenas extra ni añadidos
digitales, donde, por supuesto, Han Solo disparó primero.
Capítulo V. El Imperio
contraataca.
Recuerdo que en mi adolescencia, cuando comentábamos entre amigos
cual era nuestra película favorita de la trilogía y cual la peor, había casi
unanimidad en considerar la segunda como la menos valorada. No tenía una trama
tan definida como las otras dos, al protagonista le cortaban una mano y por
encima terminaba mal, dejándonos a todos con la incertidumbre de que le iba a
pasar al pobre Han Solo. Ahora en cambio todo el mundo se ha puesto de acuerdo
para decir que es con mucha diferencia la mejor, porque es más oscura, más
profunda y no sé que tonterías más.
Por supuesto que es un peliculón, y sale Yoda, y descubrimos quien
es realmente Darth Vader, y además salen esos armatostes gigantes de cuatro
patas que caminan sobre la nieve que te hacían salir los ojos de las orbitas
cuando los veías por primera vez de niño (ahora sé que se llaman AT-AT (All
Terrain Armored Transport)). Sí, ya solo por esos cacharros es un peliculón, pero
incluso ahora que la veo desde un perspectiva diferente le sigo teniendo un
poco de manía.
Y es que, además de tener un ritmo más lento, al fin y al cabo es
en “El Imperio Contraataca” donde los protagonistas (héroes casi idealizados en
la primera) se convierten en humanos y vemos sus flaquezas. Y eso hace que un
crítico diga que la película es oscura y profunda pero que un niño piense:
“vaya mierda, los malos están ganando”. Y aunque ahora esto es algo habitual
hasta en las películas infantiles supongo que ese niño que todavía existe en mí
sigue protestando desde el fondo de mi conciencia, todavía herido por el trauma
de ver a sus héroes favoritos vencidos por los malos.
Además, desde que por culpa del “efecto Mandela” Darth Vader ya no
dice: “Luke, soy tu padre”, pues como que ha perdido algo. (Por cierto, por
culpa de ese dichoso efecto ahora una de las piernas de C3PO es plateada. Si no
me creen compruébenlo con su buscador favorito ustedes mismos.)
Peliculón, sí, pero no mi favorita.
Capítulo VI. El retorno
del Jedi.
Hay dos tipos de personas en el mundo, los que odian a los Ewoks y
los que los amamos. Sí, sé que no tiene explicación coherente, yo, que soy fan
de las cenobitas de Hellraiser, de Jason, Freddy y demás Serial killer del cine
de los años 80, del Alien de H.R. Giger y de todo cuanto bicho tentaculoso
venido del espacio exterior quiera conquistarnos; pero que le voy a hacer, me
caen bien, son simpáticos, entrañables y tiene genio. Me llevaría uno a casa. Y
a un Gremlin también. De los dos tipos, los buenos y los malos. Uno como
mascota y otro para defender la casa.
Pero a lo que íbamos, que quizá sea por eso, por los Ewoks, que me
gusta tanto esta película hasta el punto de que quizá sea mi favorita (en dura
pugna con la primera). Bueno, por eso y por ver a Luke convertido por fin en un
Jedi y dándole caña a Darth Vader, y por el bikini de Leia, y por las motos
voladoras, y, como no, por la épica secuencia de la evasión del Pozo de Sarlacc,
quizá la mejor de toda la saga.
Resumiendo, magnífico final para la mejor trilogía de ciencia
ficción y no ficción de todos los tiempos. Los buenos ganan, los malos se
arrepienten y los muy malos mueren. Y además salen los Ewoks. ¿Se le puede
pedir algo más a una película?
Por Antonio Amaro.
Por Antonio Amaro.