¿La mejor serie de la historia de la televisión?
En su momento sí. Actualmente, y debido a la feroz competencia, difícil de decidir, pero sin duda y para siempre una de las grandes. Lástima ese ligero bajón a mitad de la segunda temporada tras la marcha fugaz de sus dos creadores, David Lynch y Marc Frost, que afortunadamente regresaron a tiempo para escribir los últimos capítulos y cerrarla con dignidad, aunque quizá dejando demasiados cabos sueltos.
Lo que sí podemos considerarla es la madre, y casi diría que hasta el padre, de la edad de oro de las series que actualmente estamos viviendo. Marcó las reglas a seguir y acabó con el absurdo complejo que arrastraba toda serie creada para televisión y que en cierta manera la obligaba a ser solo producto de entretenimiento (de usar y tirar) y la imposibilitaba a competir de tú a tú con el mundo del cine.
El gran mérito de Lynch ha sido el de derribar esos tabúes y trabajar con la misma dedicación profesional que si fuera una película pero adaptándolo al formato televisivo. Ahí están las pausas para publicidad, el formato de culebrón (del que eran plenamente conscientes ambos creadores dando excelentes momentos de autoparodia) y la habitual tendencia a retorcer y alargar demasiado las tramas.
Se suele menospreciar el gran trabajo de Marc Frost. Además de dirigir uno de los mejores episodios (el octavo y último de la primera temporada), se olvida con frecuencia que creo y escribió la serie junto a David Lynch, y sin duda su figura fue indispensable para trasladar de manera eficaz las ideas siempre retorcidas del director de Montana, pues, aunque es imposible saber con exactitud cuanto le debemos a cada uno (de acuerdo, la Habitación Roja sí sabemos quien la creó (supongo que no hace falta decirlo)), fue pieza elemental en la creación de personajes y desarrollo de la compleja trama. Conviene recordar que ya estaba curtido en su trabajo como guionista y director de algunos capítulos de “Canción triste de Hill Street”, notable serie policíaca cuya gran losa, como suele ser habitual en casi todas las series, fue su excesivo alargamiento.
Twin Peaks fue la perfecta mezcla de dos creadores opuestos y a la vez complementarios, uno capaz de explorar de manera única los complejos mundos del subconsciente y lo irracional, el otro un excelente narrador de la vida cotidiana y sus no menos complejos problemas sentimentales. Estoy absolutamente convencido de que ambos también exploraron y se adentraron en los terrenos que manejaba su contrario, alcanzando de esta manera una alquimia sorprendente que llega a su cima en los ocho episodios que conforman su primera e inmaculada temporada.
De la segunda todo se ha escrito ya: hasta la resolución del asesinato de Laura Palmer se mantiene el nivel, con la diferencia de que ahora lo sobrenatural se impone a lo onírico. Ya no hay dudas sobre si las visiones de los personajes nacen de su delirio o proceden de un más allá inexplorado. Cierto que esto rompe en cierta manera la magia y desilusiona a los que esperaban un desarrollo racional, pero también abre nuevos caminos en la trama y les permite adentrarse sin tapujos en el mundo de lo fantástico, llegando así al maravilloso y desconcertante último capítulo, que transcurre casi íntegramente en la mencionada y ya mítica Habitación Roja, y que nos deja un desagradable pero impactante final.
Respecto al tramo intermedio de esta segunda temporada hay opiniones para todos los gustos. La serie poco a poco se convierte en una comedia surrealista con grandes momentos de ingenio y otros que rozan lo ridículo. A mi me decepcionaron y hasta aburrieron en mi primer visionado (hace ya unos cuantos años) pero, quizá porque ya sabía a lo que me enfrentaba, los disfruté con placer cuando recientemente volví a ver la serie. De todas maneras, tal como reconocieron sus creadores, el nivel bajó y algunas decisiones fueron sin duda erróneas.
Apenas sabemos nada sobre lo que nos deparará la ansiada tercera temporada, dirigida íntegramente por David Lynch. En el libro de reciente publicación “Twin Peaks, La novela” escrito por Marc Frost, se intuye que la futura trama se adentrará, al menos en parte, en el terreno de la ufología, algo que ya se intuía en algunos capítulos de la segunda temporada. Una decisión arriesgada pero que viniendo de tan excelsos creadores sin duda explorará caminos inéditos y no decepcionará.
La pregunta ya no es quien mató a Laura Palmer sino:
¿Qué se esconde detrás de Twin Peaks?
Por Antonio Amaro.
En su momento sí. Actualmente, y debido a la feroz competencia, difícil de decidir, pero sin duda y para siempre una de las grandes. Lástima ese ligero bajón a mitad de la segunda temporada tras la marcha fugaz de sus dos creadores, David Lynch y Marc Frost, que afortunadamente regresaron a tiempo para escribir los últimos capítulos y cerrarla con dignidad, aunque quizá dejando demasiados cabos sueltos.
Lo que sí podemos considerarla es la madre, y casi diría que hasta el padre, de la edad de oro de las series que actualmente estamos viviendo. Marcó las reglas a seguir y acabó con el absurdo complejo que arrastraba toda serie creada para televisión y que en cierta manera la obligaba a ser solo producto de entretenimiento (de usar y tirar) y la imposibilitaba a competir de tú a tú con el mundo del cine.
El gran mérito de Lynch ha sido el de derribar esos tabúes y trabajar con la misma dedicación profesional que si fuera una película pero adaptándolo al formato televisivo. Ahí están las pausas para publicidad, el formato de culebrón (del que eran plenamente conscientes ambos creadores dando excelentes momentos de autoparodia) y la habitual tendencia a retorcer y alargar demasiado las tramas.
Se suele menospreciar el gran trabajo de Marc Frost. Además de dirigir uno de los mejores episodios (el octavo y último de la primera temporada), se olvida con frecuencia que creo y escribió la serie junto a David Lynch, y sin duda su figura fue indispensable para trasladar de manera eficaz las ideas siempre retorcidas del director de Montana, pues, aunque es imposible saber con exactitud cuanto le debemos a cada uno (de acuerdo, la Habitación Roja sí sabemos quien la creó (supongo que no hace falta decirlo)), fue pieza elemental en la creación de personajes y desarrollo de la compleja trama. Conviene recordar que ya estaba curtido en su trabajo como guionista y director de algunos capítulos de “Canción triste de Hill Street”, notable serie policíaca cuya gran losa, como suele ser habitual en casi todas las series, fue su excesivo alargamiento.
Twin Peaks fue la perfecta mezcla de dos creadores opuestos y a la vez complementarios, uno capaz de explorar de manera única los complejos mundos del subconsciente y lo irracional, el otro un excelente narrador de la vida cotidiana y sus no menos complejos problemas sentimentales. Estoy absolutamente convencido de que ambos también exploraron y se adentraron en los terrenos que manejaba su contrario, alcanzando de esta manera una alquimia sorprendente que llega a su cima en los ocho episodios que conforman su primera e inmaculada temporada.
De la segunda todo se ha escrito ya: hasta la resolución del asesinato de Laura Palmer se mantiene el nivel, con la diferencia de que ahora lo sobrenatural se impone a lo onírico. Ya no hay dudas sobre si las visiones de los personajes nacen de su delirio o proceden de un más allá inexplorado. Cierto que esto rompe en cierta manera la magia y desilusiona a los que esperaban un desarrollo racional, pero también abre nuevos caminos en la trama y les permite adentrarse sin tapujos en el mundo de lo fantástico, llegando así al maravilloso y desconcertante último capítulo, que transcurre casi íntegramente en la mencionada y ya mítica Habitación Roja, y que nos deja un desagradable pero impactante final.
Respecto al tramo intermedio de esta segunda temporada hay opiniones para todos los gustos. La serie poco a poco se convierte en una comedia surrealista con grandes momentos de ingenio y otros que rozan lo ridículo. A mi me decepcionaron y hasta aburrieron en mi primer visionado (hace ya unos cuantos años) pero, quizá porque ya sabía a lo que me enfrentaba, los disfruté con placer cuando recientemente volví a ver la serie. De todas maneras, tal como reconocieron sus creadores, el nivel bajó y algunas decisiones fueron sin duda erróneas.
Apenas sabemos nada sobre lo que nos deparará la ansiada tercera temporada, dirigida íntegramente por David Lynch. En el libro de reciente publicación “Twin Peaks, La novela” escrito por Marc Frost, se intuye que la futura trama se adentrará, al menos en parte, en el terreno de la ufología, algo que ya se intuía en algunos capítulos de la segunda temporada. Una decisión arriesgada pero que viniendo de tan excelsos creadores sin duda explorará caminos inéditos y no decepcionará.
La pregunta ya no es quien mató a Laura Palmer sino:
¿Qué se esconde detrás de Twin Peaks?
Por Antonio Amaro.