Cartel promocional |
Recientemente recuperé de algún rincón de mi cabeza la película “El
Puente de Casandra” (1976). Como siempre que uno vuelve a ver películas u otros
productos audiovisuales que uno conserva de su niñez el resultado suele ser
algo distinto a lo que fue, seguramente porque hemos perdido imaginación,
frescura, capacidad de sorprendernos, o lo que sea… El asunto es que aquella
película “terrorífica” que me tuvo pegado al sofá hoy no podía menos que verla
con una medio sonrisa en la cara asombrándome de cómo ha evolucionado (o
involucionado) el cine hoy día y lo pueriles que resultan ahora algunos
argumentos e interpretaciones de antaño dioses y diosas de Hollywood.
[Cuidado: este artículo puede desvelar partes de la trama de esta
película.]
Podemos encuadrar a esta película en el período de declive del cine de
catástrofes. Una coproducción de, entre otros, Alemania del Este (¡Sí, del
este! ¿Alguien recuerda ese país?) en donde con amplias dosis de imaginación y
de tijera montaron un singular espectáculo con alrededor de 3 millones de dólares
de presupuesto. Una nonada para aquel entonces. Como dato comparativo decir que
“El Coloso en llamas (1974) había costado 14 millones de dólares.
El plantel de actores está infladísimo, hay verdaderas joyas del
celuloide, algunas es verdad que han perdido lustro porque la edad no perdona,
véase Ava Gardner o Burt Lancaster (Siempre que lo veo no puedo evitar
acordarme del genial Brut Kanlaster de Superlópez, ¡bravo Jan!) Sophia Loren
aún aguanta el tipo, ¡o el tipazo! Y Martin Sheen es un pipiolín que para nada
se imaginaba ser el gran jefe del Ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006).
La trama tiene su gracia: unos ecologistas radicales (hoy podíamos
pensar en alguna especie del 15-M o de Podemos) durante un atentado se
contagian de un virus mortal. En su huída, se suben a un tren con variopintos
pasajeros y la lían parda.
Las interpretaciones son de otra época, está claro. A Burt Lancaster
parece que le encerraron entre cuatro paredes, le dijeron que pegara gritos a
la doctora nórdica, al teléfono y a su subalterno. ¡y que no se mueva de ahí!
El hombre mira mal, piensa, vuelve a mirar mal, frunce el ceño, vuelve a mirar
mal, toma una decisión, vuelve a mirar mal,… ¡un genio!
Richard Harris también tiene su aquel: interpreta a un doctor algo
déspota que lo mismo te pone un termómetro que te pone una bomba en un vagón,
se enfrenta a locos con metralleta y manosea a personas hasta el culo de virus
mortales como si no hubiera un mañana.
Es muy llamativo el papel machista de los roles masculinos. Hombres
sesudos, sufridos y entregados que tienen que pararles los pies a las
intérpretes femeninas, más emocionales, superficiales e histéricas.
La peli se deja ver, es verdad que la veía con cierto cariño por mi
recuerdo de ella. Tiene alguna escena interesante, además de las aéreas, por
ejemplo cuando el tren pasa por estaciones vigiladas por los soldados o cuando sellan
los vagones por extraños motivos de salud.
Algunas decisiones de la trama son una locura, salvan antes a un perro
que a una persona y deciden no parar el tren, luego sí, luego no, luego le
disparan a uno como aviso y lo dejan sangrando, el jefe de los soldados tiene
una autoridad de alfeñique dejándose convencer por pasajeros VIP como Richard Harris
y demás…
Algunos apuntes curiosos:
- En esta película no hay ni una sola escena del maquinista o del
interior de la locomotora. El tío debe estar hecho con nervios de acero ya que
no se asoma por el percal ni siquiera cuando estalla la bomba en el tren. Debe
estar más que acostumbrado a que le bombardeen, le disparen, le sellen el tren,
le impidan parar y lo conduzcan a una muerte segura. ¡Bah! A todo se acostumbra
uno, ¡quién dijo miedo!
- Tiene cierto protagonismo especial la “sexy” de turno, Ann Turkel,
una “jipilongui” de fiesta con otros melenudos setenteros. Ríe, enferma, se exhibe
en braguitas y hasta canta. Nada especial hasta que me entero que por aquel
entonces era la señora de Richard Harris, el protagonista. Imagino que
contratar a Richard Harris tenía algunas servidumbres como esa.
- ¡Mueren niños! Entiéndase bien, no me alegro por ello, sino que
valoro que una película se aleje del papanatismo de otras que nos relatan desgracias
o catástrofes que parecen que tienen conciencia y no afectan a los seres más
inocentes.
- La escena de los créditos finales. A Cosmatos le debió costar un ojo
de la cara las grabaciones aéreas desde helicópteros por eso, ni corto ni
perezoso, finaliza la película con la misma escena aérea inicial pero ¡al
revés! Le recomiendo a los detallistas que se fijen como en Ginebra los coches
van por las calles marcha atrás y como toman las curvas y los cruces con una
agilidad endiablada
Fragmento de la película:
Ficha de la película:
Título original: The
Cassandra Crossing
Año: 1976
Duración: 126 min.
País: Alemania del Oeste (RFA)
Director: George Pan Cosmatos
Guión: George Pan Cosmatos, Robert Katz, Tom Mankiewicz
Música: Jerry Goldsmith
Fotografía: Ennio Guarnieri
Reparto: Sophia Loren,
Richard Harris, Ava Gardner, Burt Lancaster, Martin Sheen, Ingrid Thulin, Lee
Strasberg, John Phillip Law, Ann Turkel, O.J. Simpson, Lou Castel, Alida Valli
Productora: Coproducción Alemania del Oeste-Italia-Reino Unido
Género: Acción. Thriller | Catástrofes
Sinopsis: Unos mil pasajeros que viajan en tren se contagian de un
virus mortal. El responsable de la epidemia es un terrorista que, huyendo de la
policía, subió a ese tren. El coronel Mackenzie, el médico Jonathan Chamberlain
y su mujer intentan controlar la situación y procuran detener al terrorista.
Tras el fracaso de la operación, Mackenzie intentará reconducir el tren en
dirección al puente de Casandra. (Fuente: FILMAFFINITY)