Alexandre Desplat |
Podéis escuchar el trabajo de nuestro guía particular y colaborador Alonso Garzón, en www.alonsogarzon.es
" Desplat es la bestia parda capaz de hacer 10 scores en un año, como el 2011, y entre ellas, una de las de Harry Potter, El Árbol de la Vida o Los Idus de Marzo. Sí. Alguno podría pensar que se trató de un excepcional año, pero en los últimos, ha hecho un mínimo de seis películas anuales.
Teniendo en cuenta que normalmente, los compositores cuentan con seis o doce semanas para cada score, echad cuentas del ritmo de trabajo de este hombre. Y no, no hablamos de alguien como Hans Zimmer que tenga varios trabajadores orquestando y componiendo para él, ni cuente con una empresa como la del germano, la Bleeding Fingers. Desplat se lo come todo él sólo.
Y cuando uno lo ve hablar, con esa elegancia y esa cara afilada, siempre atenta, tan pausadamente, sin alzar la voz, no se puede evitar pensar que dentro de su cabeza, mientras charla de su trabajo, la música está pasando por detrás de los ojos que miran al entrevistador.
Sus propias palabras son que come, duerme y sueña pensando en música, y es lo que ocupa su día completo. No hace otra cosa, porque es su pasión, y dice, estar recuperando todos los años y los proyectos perdidos. Porque en realidad, aunque ahora es uno de los imprescindibles, lleva relativamente poco tiempo en el top de la industria.
Comenzó en 1985, con Ki lo sá? Y de aquí hasta el 1997, fue rey en las TV Movies, series de televisión y producciones francesas, con incursiones como la del 1995 con Mentiras Inocentes, o El Juego de la Venganza (1998) en el mercado internacional. Films menores, que todos los que quieren poner un pie al otro lado del charco, se conforman con hacer. Llegó en esos años contradictorios hasta hacer el score para Atilano Presidente en nuestro país. Y es que malos días, los tenemos todos.
Otro 2002, plagado de TV Movies...en fin...un par de nominaciones al César (97 y 2002). Pero de pronto, depués de 20 años y más de 80 títulos de todo tipo, llegó La Joven de la Perla, en 2003-2004.
Pensadlo bien, porque si no sois unos culturetas que conozcan a fondo el cine europeo y producciones destinadas a televisión o tristemente, a algo similar al fallecido VHS, todo lo que conocéis de Desplat es de los últimos diez años.
Qué quiere decir esto? Que Desplat es un luchador, como muchos otros, pero un luchador con un estilo, unas elegancias y unas orquestaciones que lo han hecho, así que pudo asomar la cabeza, un referente indiscutible en el cine de los últimos años.
Resumiendo, desde su llegada al mercado americano, con La Joven de la Perla, ha hecho alrededor de 70 títulos en diez años.
Este film le supuso la nominación a los Globos de Oro, BAFTA y los European Film Awards.
De ahí, a la cima.
Pero ¿qué hace que la música de Desplat sea tan demandada y tan reconocida por la crítica y el público en general? Su absoluta capacidad para el drama.
Dicen que Zimmer fue el primero en pasearse como Dios manda por las emociones de los personajes desde Gladiator, pero la verdad es que, al menos a un servidor, por muy novedosa que fuese en su momento, no le parece un score destacable, y menos si hablamos de sutileza en el trato de los personajes.
Desplat establece un guión musical para sus filmes con un gusto y una elegancia que no hay en su generación. De ahí el hueco que ha conseguido. Incluso con thrillers, hace cosas sin parangón, lejos de los scores electrónicos, o de percusiones de patapún, metales y violines doblando melodías, y haciendo staccatos a los que nos ha acostumbrado el cine comercial de los últimos tiempos.
Véase, The Ghost Writer, donde hace una lección práctica de maderas en la orquesta para quedarse tan tranquilo.
O en A Prophet, donde de pronto usa sólo cuerdas y piano, y ls orquesta, pero para la temática de la película, construye la fortaleza del soundrack en eso, precisamente. Fue aquí donde Desplat empezó a ponerle los pelos de punta a un servidor.
Y si pensaís que no se puede ser electrónico y tener gusto al mismo tiempo, os recomiendo le echéis un vistazo al score de Godzilla, que sí, sorprendentemente la ha hecho él. Versátil, no sin llegar desde luego, al nivel de un Jerry Goldsmith, pero más que muchos de los nombres que ahora nos suenan, y que al fin y al cabo, acaban haciendo el mismo trabajo, con distintas notas en distintas películas. Músicos que parecen usar patrones, como quien hace ropa para Zara.
Mamó flauta en el conservatorio, pero además de las orquestaciones, Desplat se engrandece con el uso del piano, y el escoger melodías acertadísimas que puede estructurar de distintas formas a lo largo de las películas. Encontramos partituras con melodías minimalistas, de piano, como por ejemplo las de Syriana o El Árbol de la Vida (aunque en este ejemplo de Siryana, usa un arpa).
Si me pedís que diga algo malo, os diré que para mi gusto trabaja demasiado y a veces los trabajos se resienten un pelín, pero sólo un pelín, y siempre tenemos que tener en cuenta que el trabajo de un compositor, fundamentalmente es tener contento al director y al productor de la película. Muchas veces, el trabajo que escuchamos, es el resultado de una serie de recortes y variaciones del trabajo original propuesto por el compositor. Como dice el propio Desplat, sólo somos personal de encargo, y si quisiéramos hacer música con total libertad, nos dedicaríamos a hacer sinfonías o piezas de orquesta.
Pero la música de cine supone algo más. Crear para que cuando el espectador esté sentado, ocurra algo más, profundo y necesario. Crear para que el propio director se sorprenda y aquéllo que escucha, sea mejor que lo que durante años o meses ha sonado en su cabeza. Y en eso, Desplat es muy bueno, rozando siempre el límite correcto y grandioso de los que hacen la música exacta para que el film camine, pero no sólo de un modo funcional, sino de un modo en el que la música puede ser excelemente escuchada fuera de la película. Y ése es un don. Y ese don despierta melodías excelentes.
147 nominaciones y más de 70 victorias en diferentes premios y galardones, casi todos concentrados en estos últimos diez años, es una señal. Y aunque los galardones no dan trabajo, ni hacen a un profesional mejor, tal cantidad de premios, continuados, comienzan a ser una marca de la casa. Y no es posible que tantos oidos se equivoquen al mismo tiempo. La elegancia se llama Desplat (y Alberto Iglesias), aunque utilice, como todos, muchas veces las mismas fórmulas orquestales, lo hace de un modo que otorgan al film una segunda vida, no como un Iron Man o un Superman moderno o cualquiera de los proyectos multimillonarios en los que sus músicas son intercambiables. Todas tiene algo especial en sus tempos, en los diferentes ritmos de las melodías con el piano (hablo de el bloque desplasiano de dramas con piano y orquesta), y de cuando en cuando, puede hacer un Harry Potter o un Godzilla para recordarnos que en realidad, pueda adaptarse con bastante solvencia a cualquier proyecto, no con scores inolvidables, como los de sus dramas, pero sí con mucha mayor contundencia que sus contemporáneos."